No hay nada más grandioso que la iluminación. Es lo único que tiene algún valor verdadero, porque es lo único real. Puedo tener fama, puedo tener dinero, puedo ser hermosa, pero seguiría estando incompleta, porque mi corazón estaría anhelando algo más.
Mi corazón siempre va a querer que yo regrese a casa, al amor a mi mismo.
Sin el amor a uno mismo, estos atributos y riquezas ilusorias no tienen valor. Con el amor a uno mismo, podemos jugar dentro de la ilusión como un niño; abrazando cada aspecto, encontrando la maravilla en la belleza y la magia de nuestras propias creaciones.
No hay nada más grandioso que estar iluminado y jugar dentro de la ilusión, porque el miedo se ha ido. No hay miedo a la pérdida y no hay miedo al sufrimiento. Solo hay alegría pura.
Siempre que quiero dar un ejemplo de esto pienso en Lady Di. Ella tenía lo que la gente percibiría como una vida idílica. Tenía posición social, tenía poder, tenía a su príncipe, tenía un palacio, era hermosa, tenía fama, lo tenía todo, incluyendo niños hermosos.
Pero nunca era feliz, sufría constantemente. Y ella es un ejemplo clásico de cómo las cosas en la ilusión no son satisfactorias por si mismas. Y la razón por la que no son satisfactorias, es porque creemos que somos nuestros apegos. Pensamos que somos nuestra riqueza, pensamos que somos nuestra posición social, o nuestra fama, o nuestros niños. ¡Y nos aferramos tan fuertemente a nuestras cajitas limitadas e invertimos una cantidad tan grande de energía tratando de controlar nuestro mundo!
Si nuestra libertad está basada en la ilusión, es tangible pero inconstante. Siempre está cambiando y siempre está presente el miedo a la pérdida.
Pero si nuestra seguridad está en el amor, nunca cambia. Está siempre presente y expandiéndose infinitamente. Nunca puede haber pérdida, nunca puede haber muerte. Sólo habrá un nuevo escenario con una multitud de caracteres diferentes, cada uno interpretando su parte para nuestra diversión.
¿Suena petulante? ¿Suena idealista? Tal vez. Pero es la verdad.
No hay nada real sino el amor, y estas ilusiones a las que nos aferramos con tal ferocidad son como nubes que se disuelven con el sol.
¿Necesitas renunciar a las cosas del mundo para iluminarte?
Este es el malentendido de la iluminación. La gente piensa que para alcanzar la conciencia humana completa tiene que renunciar, abandonar, perder. Es por eso que hay tanto miedo asociado a ello.
Pero esa no es la verdad. La iluminación te da abundancia y realización y riquezas mas allá de lo que jamás podrías imaginar. Pero para iluminarte, primero tienes que poder ver el apego a lo que es ilusorio, y ver que esas cosas, si bien se pueden disfrutar, no tienen un valor permanente. No brindan satisfacción permanente.
Entonces, las únicas cosas que tenemos que dejar ir son los apegos y las adicciones. Lo único que tenemos que soltar es el tratar de encontrar la realización dentro de la ilusión.
Así es que no tienes que renunciar ni tienes que abandonar, sólo tienes que ver a través y encontrar la verdad. Ver el verdadero valor de las cosas, y encontrar aquello que nunca cambia. Y anclarte ahí.
La religión nos ha impuesto la creencia falsa de que para santificarnos tenemos que dar a otros. Tenemos que abandonarnos a nosotros mismos en la causa de servir a los otros. Pero cuando damos desde ese espacio lo único que alimentamos es el resentimiento, porque el abandono alimenta el resentimiento.
Para dar en el afuera incondicionalmente - para poder dar servicio incondicionalmente - tenemos primero que darnos ese regalo a nosotros mismos.
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