EL ORGULLO ES MAS MALO QUE EL DINERO
EL ORGULLO ROMPE AMISTADES TE LLEVA AL FRACASO TE PROHIBE DISFRUTAR DE UN AMIGO, TE HAS PUESTO A PENSAR CUANDO TU QUERIAS HACER LAS PACES EN TU MATRIMONIO, Y EL ORGULLO SE INTERPUSO. CUANDO QUISISTES PEDIR PERDON Y EL ORGULLO NO TE DEJO.
Soberbia, orgullo y amor propio
¿Por qué nos cuesta tanto ceder? ¿Cuáles son los mecanismos del orgullo? ¿Qué deberíamos hacer para vencer nuestro amor propio?
Soberbia, orgullo, amor propio.... Sin duda podríamos distinguir entre estos tres términos -la soberbia es más grave que el orgullo; y el orgullo que el amor propio-; pero probablemente sea más práctico utilizarlos como sinónimos, ya que es un hecho que la soberbia, el orgullo y el amor propio los encontramos perfectamente compenetrados. Y no olvidemos que la soberbia es un pecado capital; es decir, que está en la raíz de muchos otros pecados.
Vamos a describir los síntomas por los que podemos descubrir esta enfermedad espiritual:
.- Rechazo de las correcciones: El orgulloso recibe cualquier corrección como si de un ataque personal se tratase. Su resorte es ponerse a la defensiva ("¡pues anda que tú...!"). No es consciente de que el destino pueda estarse sirviendo
del prójimo para abrirle los ojos y desenmascarar sus defectos. Todo ello puede llevar al extremo de que el soberbio pretenda ser un autodidacta, prescindiendo de la riqueza tan grande que suponen los consejos, enseñanzas, testimonios, etc...
Cabezonería: Se traduce en incapacidad de ceder en las discusiones. En el fondo el orgulloso mantiene sus posiciones por "propias", antes que por "verdaderas". En el fragor de la discusión, no deja un ápice a ver las razones del prójimo. En realidad, lo está sintiendo como un contrincante. Incluso aunque el orgulloso
llegase a ser consciente en su fuero interno de estar en el error, mantendría su postura primera por no pasar por la humillación de reconocerse equivocado. Precisamente el problema consiste en que siente como humillación el decir "me he equivocado".
Decepción ante el fracaso: Cuando el soberbio fracasa en una empresa, se derrumba interiormente. Su decepción es un signo muy claro de orgullo, porque deja al descubierto que había construido en sueños su personal castillo de naipes, en el que -por supuesto- ocupaba el lugar central; y la desesperación le invade al comprobar cómo saltan por los aires sus planes.
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