En febrero de 2000, los científicos anunciaron que el Sol había entrado en una fase de máxima actividad. También advertían que las violentas erupciones de materia disparada al espacio seguirán siendo particularmente intensas al menos durante lo que nos queda de años venideros . La radiación que se libera en esas tormentas puede tener efectos imprevisibles sobre la vida en nuestro planeta.
Parecen radiaciones peligrosas. y lo son. Únicamente el campo magnético que rodea la tierra como una cúpula protectora compuesta por invisibles líneas de fuerza, impide que nos abrasemos vivos en un baño de partículas radiactivas. También nos salva el hecho de que el Sol se encuentre a una distancia de 150 millones de kilómetros. Pero el Astro Rey. gracias al cual nació y prosperó la vida sobre nuestro planeta, es en realidad un terrorífico reactor de fusión nuclear que. a una distancia menor, igualmente podría acabar con ella.
Visto desde tan lejos, parece estático, pero no lo es. Cada segundo expulsa una energía equivalente a la de cien mil millones de bombas atómicas como la que arrasó Hiroshima. Sólo con la eyección de materia que se produce en cada una de las erupciones que ahora nos afectan, esta estrella dispara hacia el espacio unos cien mil millones de toneladas de plasma.
Este plasma es una materia extraña. Con las elevadas temperaturas, las moléculas y los átomos literalmente se rompen y sus fortísimos enlaces se desgajan en partículas elementales como electrones o protones sueltos. La eyección se dispersa en todas direcciones, pero una parte de esas partículas llega hasta la Tierra, entre dos o tres días después, en forma de lluvia radiactiva.
Por fortuna, el campo magnético terrestre atrapa muchas de esta partículas. Una cantidad importante se precipitará hacia las regiones polares y. al entrar en la atmosfera colisionará con otras partículas creando el maravilloso espectáculo de las auroras boreales.
La radiación que se libera en esas violentas tormentas es en todo similar a la radiactividad atómica. Una dosis no letal de rdiaciones puede romper la estructura de las delicadas hebras de ADN de nuestros genes .
En todo caso, los efectos de la radiación son notables incluso a una altitud mucho menor. A medida que se asciende, los riesgos son mayores. Los científicos temen por los posibles daños que se produzcan en los cientos de satélites de comunicaciones, en los meteorológicos, en la red que integra el Sistema de Posicionamiento Global (GPS), o en algunas de las sondas que exploran el Universo.
Lo cierto es que aún no sabemos exactamente cómo nos afecta el Sol y sus tormentas. Quizá. las emisiones energéticas de nuestra estrella, como la potente radiación cósmica que nos llega de mucho más lejos, hayan tenido otros efectos aún desconocidos. Si la radiación puede ser muerte, también podría significar nueva vida y transformación. La teoría de la evolución asegura que el gran motor del cambio en la naturaleza es el azar. Se producen en los organismos mutaciones genéticas espontáneas. Las que suponen una ventaja para que las especies sobrevivan, prosperan y transmiten el cambio a su descendencia.
Pero, la idea de que tales mutaciones podrían no producirse al azar, debido a las inevitables fluctuaciones cuánticas de la materia, gana cada día más partidarios. Tal vez hayan sido causadas por agentes externos, como una elevada dosis de radiación.
Si este fenómeno obedece a ciclos precisos de actividad cósmica, ¿no podría el mismo Universo, en el caso de obedecer al control de una superinteligencia como la que propone el científico Fred Hoyle. dirigir la evolución de la vida?
Cada segundo, el Sol expulsa una energía equivalente a cien mil millones de bombas atómicas como la que arrasó Hiroshima.
Los dos fenómenos acaso más importantes de la historia de nuestro planeta todavía constituyen un misterio total: la aparición de la vida hace más de 3.800 millones de años, y el nacimiento de la inteligencia y la autoconciencia humana, hace más o menos un millón de años. ¿Cuántos otros avances biológicos se han producido, no de forma continua, sino a saltos, sin que aparezcan esos «eslabones perdidos» que con tanto ahínco buscaron los investigadores evolucionistas? A veces, unos cuantos genes alterados pueden representar no una vía hacia la extinción, sino hacia el triunfo.
Eso por hablar de los efectos que conocemos. Porque las tormentas solares no suponen sólo radiación de partículas altamente energéticas. También implican poderosos campos magnéticos. Pensemos que el flujo de nuestro campo magnético es de aproximadamente 0.0001 teslas. Y el de una mancha solar, más o menos 0.25 teslas. unas 2.000 veces superior. Claro que no toda esa intensidad llega a la Tierra. Pero nuestro campo magnético puede verse seriamente perturbado, y las brújulas así lo demuestran.
¿Cuáles son los efectos que
El científico Fred Hoyle propone que el Universo, en caso de obedecer al control de una superinteligencia. podría dirigir la evolución de la vida.
tienen estas alteraciones electromagnéticas sobre los organismos vivos y su psiquismo?
Los científicos también han reconocido que las perturbaciones solares pueden tener efectos importantes sobre el planeta.
Las épocas de mayor actividad coinciden con períodos cálidos, y las menos activas con climas fríos. En la Universidad de Arizona estudiaron los anillos de crecimiento acumulados por los árboles durante su vida, y encontraron que eran más gruesos en las épocas en que el número de las manchas solares aumentaba, cada 11 años.
En lo que respecta a los seres vivos, no hay apenas otro efecto reconocido que el de los ritmos relacionados con la luz solar y. naturalmente, con las estaciones. En cuanto a los seres humanos, no tenemos demasiadas evidencias. Pero sí algunas correlaciones significativas. En 1978. Naiure publicaba que existe una coincidencia entre el aumento en el número de manchas solares y la aparición de epidemias de gripe.
También somos animales magnéticos. Los investigadores han descubierto, por ejemplo, cómo algunas aves migratorias pueden utilizar su brújula biológica para guiarse a través del campo magnético terrestre gracias a las partículas de magnetita de su cerebro. Un elemento que, por cierto, está igualmente presente en el cerebro humano).
También es posible que. a lo largo de los 4.500 millones de años de historia de nuestro planeta, algunas lluvias de partículas llegadas hasta nosotros hayan producido -y lo sigan haciendo- pequeñas mutaciones en los genes de algunos seres vivos. Acaso, gracias a estos microacontecimientos imperceptibles, ciertos anfibios se acabaron convirtiendo en seres humanos. ¿Azar o necesidad? No lo sabemos. Como tampoco sabemos si ahora mismo se está incubando, a través de un mecanismo de este tipo, un mutante humano destinado a heredar la Tierra o una trascendente transformación del mismo psiquismo humano.