Para millones de personas dios ha muerto hoy. Sri Sathya Sai Baba, quizás el líder espiritual más venerado en la India, falleció hoy a los 84 años. Controvertido y excéntrico, Sai Baba disfrutaba de una gran influencia en su país, con admiradores entre la clase política, Bollywood y el mundo empresarial. Su fama traspasó fronteras, idiomas y religiones. Más de 40 millones de seguidores en 165 países veían en él un santo, según la prensa india.
Mientras sus seguidores lo consideraban un avatar, la encarnación viviente de dios, sus detractores veían en este hombre vestido con una túnica azafrán y pelo afro un estafador que con trucos de magia engañaba a sus acólitos.
Nacido como Sathyanarayana Raju el 23 de noviembre de 1926, a los 14 años se identificó a sí mismo como una reencarnación de Shirdi Sai Baba, un gurú del siglo XIX, a su vez reencarnación de Shiva, que junto a Brahma y Vishnu conforma la trinidad del panteón hindú.
El adolescente Sai Baba comenzó a atraer seguidores y en 1950 crearía su ashram Prasanthi Nilayam en Puttaparthi, pueblo cercano a Anantapur en el sureño estado de Andhra Pradesh. En los sesenta desbancó a otros gurús indios, Maharishi y Shri Rajneesh, del pedestal hippie y su popularidad comenzó a crecer en Occidente.
El pueblo de Puttaparthi se convirtió en el centro de un emporio espiritual. Un mensaje sencillo -«ama al prójimo»- que trascendía religiones y milagros como materializar diamantes y joyas de la nada proporcionaría a Sai Baba una legión de acólitos. Primeros ministros como Atal Behari Vajpayye y estrellas del cricket como Sachin Tendulkar se encontraban entre sus seguidores. Su último cumpleaños contó con la presencia de la actual presidenta de la India, Pratibha Patil, y el primer ministro, Manmohan Singh.
El poder espiritual se afianzó con la creación de un emporio caritativo en 1972 con la construcción de hospitales, universidades y sistemas de irrigación para los pobres. El Fondo Central Sri Sathya Baba gestiona más de 6.000 millones de euros procedentes de donaciones.