Por más que se profundice en las relaciones humanas, el secreto por el cual nos aceptamos o rechazamos sigue siendo un misterio para
mi.
Interactuamos con los demás, y en ese intercambio de ideas, sensaciones,
palabras, se producen tantos efectos, que sería objetivamente difícil discernir
cual es el más determinante. Por ello es necesario subjetivar, y cada persona
hace tiene su propio código por el cual filtra con quien quiere interactuar y
con quien no. Cada código en diferente al resto de códigos…
Descifrar ese código es como descifrar un pequeño universo, viéndolo puedes
tener una idea global, pero es imposible, valorar o acertar con cada uno de los
puntos que configuran ese misterio. Sino fuese así el conocimiento de los demás
se convertiría en algo mecánico y exento de interés...
De esa complejidad, nace el interés por descubrir aquellos aspectos de cada
universo individual, y a medida que vamos descubriendo nos resituamos respecto
a la idea original, por ello valoramos tanto aquello que nos sorprende… por que
el descubrimiento del otro es como poner los pies en tierra inexplorada…
Descubrir un precioso lugar no ha de conllevar necesariamente la idea de tomar
posesión de él, es más los lugares más hermosos te invitan a pasar,
respirarlos, sentirlos, interiorizar las sensaciones que nos despiertan,
incluso nos atraen a una nueva visita… pero intentar tomar posesión de ellos es
un acto de egoísmo, no se puede ser dueño de la belleza… ni poseerla,
sencillamente se admira y se disfruta… y al final agradeces que te haya sido
mostrada.
Igual sucede con las relaciones personales, intentar tomar posesión de los
sentimientos, sensaciones, interioridades del otro, es como ser un colonizador,
es un acto de poder… y por ello es más sutil y acertado el compartir sin la
idea de propiedad…
La idea básica es que yo conoceré lo que tu quieres enseñarme de ti, por el
placer de descubrir, de compartir, de estar ahí contigo, en ese punto en el que
ambos somos iguales, y disponemos de igual manera de la libertad de aceptarnos
o no, sin dejar de ser nosotros mismos…
Yo necesito que se me acepte como soy, cualquier cambio interesado que se me
proponga lo concibo como un acto de invasión a mi intimidad… me resulta
molesto.
También existen personas que no dejan ver su universo, y hay que respetarlo,
cada cual toma sus propias decisiones y todas son aceptables, solo que ahí el
interactuar se convierte el un acto más imprevisible y el margen de confianza
ha de ser ganado con respeto o sencillamente aceptar que nunca lo ganarás…
Y todo ello desde una actitud respetuosa, comprensiva, tolerante y educada.
Solo así se abren puertas… al menos bajo “mi código”, las puertas que me
interesan…
Y aún así, por la libertad de decisión y criterio individual, es importante que
aunque la puerta se abra, sepamos que el lugar escogido ha podido ser
equivocado… ese es un riesgo que no debemos ignorar.
Cada uno elije, y a nadie se le debe negar la libertad… incluso de equivocarse,
que es la mayor de las libertades…
