CANTO A UNA ESTRELLA
Fotografié con el paisaje tu sonrisa; como una crin, jugaba tu cabello con el viento; ansié el mar para enredarme con tú cuerpo y pintar junto a ti, escenas de amor, ondinas, corales, peces, esponjas, algas, medusas y sueños. Siempre en las miradas se esconde un adiós, así como en los besos de los enamorados; es insoportable amar, previniendo la despedida o ignorando la sombra del destino. Deseo enamorarme de nuevo, de una pareja ansiosa por descubrir y revivir sensaciones olvidadas por el tedio de las relaciones sin imaginación, incapaces de regalarle fantasías a los sueños; así como lo hace el amor en lugares inimaginados y sin dolerle jamás la cabeza en los instantes más desacertados; recuerda que a una amante enamorada, ¡jamás le duele la cabeza!. Conozco la farsa de “las palabras de amor”; cuando el cuerpo no ofrece más que el mismo paisaje, o como las promesas que convidan a un poco más, pero como de costumbre, despertamos en viviendo misma pesadilla. Siempre preparé las palabras para seducir y con todo el sentimiento, para brindar la mejor bienvenida. Olvidé hasta el cómo vivir esos instantes mágicos que nos invitan a disfrutar ciertas circunstancias, por aguardar en solitario tu regreso. Es inevitable sostener la esquina aguardando la muerte, cuando corremos como dementes, cumpliéndole citas absurdas a la vida; la obsesión es un despiadado acelerador, que nos conduce al absurdo inevitable. Los ángeles comparten el cielo y el infierno; la felicidad no es más que un presente afortunado. Estoy hastiado que me midan por la materialización de sueños o de ver la forma obsesiva en que todos vemos por el retrovisor a otros; ¡jamás es inoportuna una mano, cuando nos asusta la cumbre o el fango!; las grandes cimas se conquistan trabajando en equipo.
Le canté a la vida, el día que comprendí a Dios. Me escondí como un fantasma, tras las puertas o en alcantarillas. Un coro celestial, se robó mi alma; las estrellas se encendieron, pensando que eran las seis; asusté a las ratas con la mirada, mientras corría a deshacer el hechizo; los latidos excitados atropellaron al fatigado pecho como los golpes a un tambor mayor; mientras apretaba los talones y me disparaba sin alma, a lancear las cornadas del hambre.
Necesito hablar contigo; sé que no soy un arcángel y menos un príncipe; permíteme regalarte una rosa o un pedacito de ese cielo que imaginamos compartido entre los dos; dime que debo hacer para merecerte y conllevar contigo las cargas de nuestros destinos; dancemos con la música de una cajita, de un bolero, o de un tango. Creo que es hora de cerrar los ojos, hasta ensoñar la luz del nuevo despertar; aveces soy feliz sin tí, ¡contigo, enloquecería!. Todo lo que hice, lo hice por amor o por culpa de esos caprichos que no son más que tentaciones de la parte demoníaca del destino. Así me odies, ¡quiéreme!, que de enamorarte se encargarán: las rosas, los versos y algunos detalles. Dime que debo hacer para poder fijar la mirada de tus sentimientos en mí; podría realizar imposibles o intentar satisfacer algunos de tus caprichos por absurdos que parezcan; mi alma se desgarra, intentando llamar tú atención o un milagroso perdón. Escucha los lamentos de mi dolor; algún día triunfará el amor sobre la tragedia. Tu nombre encierra todo el sentimiento de la lira. El tiempo y la tierra podrían temblar de ira, si la vida o las circunstancias, insisten en separarnos. Voy a gritarle a la vida, hasta que me oiga; a veces los pasos que escucho son de guerra; los hombres cuando nos enamoramos, perdemos la razón, edificamos imposibles o hacemos estupideces; lo único que deseo es expresarte todo lo que siento, así tengamos que escondernos en otro planeta; ¿Te imaginas a los dos, pintando de colores las estrellas; embriagados por el gozo y el néctar de nuestros besos?. Si algún día intentaras irte, incendiaría las velas de tu nave. Soy el viajero solitario, sin rumbo, ni puerto de destino. Escucho a los recuerdos tronar dentro de una catacumba; estas llaves te liberarán y estas alas te enseñarán a volar. ¿Cómo pude engañarme, pensando que podías ser mía?; estanqué con dolor mi amor, para morir con una ilusión en mis labios.
Cantan las estrellas con la música de una vieja guitarra eléctrica. Los campos están desolados, no hay jóvenes, ni hongos, ni canciones; es como si hubiese pasado, el carruaje de corceles dorados de la parca. Solo hay viudas y mujeres solas; los niños tampoco tienen sueños, es como si la alegría hubiese pasado de largo o la primavera se hubiese olvidado de regresar. No sé si pueda volver a empezar; por eso, le ruego a la esperanza que no me abandone. Son confusas y extrañas las melodías que bajan cual bolas de fuego. No sé si pueda regresar al mismo sueño, o si fué de un espejismo del que me enamoré; lo único cierto es que ella no está a mi lado y que de tanto aguardar, ya estoy perdiendo la fé en el poder de la oración. No sé si las otoñales hojas, deban todas desprenderse de los árboles, para vivir la pasión del invierno; o si todos debamos caminar hacia cualquier parte, sin hacer preguntas o sin fijarle la mirada a una estrella; simplemente contemplo el paso del tiempo y le regalo a la soledad algunos versos; quizás no soy el afortunado, que tu corazón ansía volver a encontrar; tal vez nunca debí besar tus labios o nunca debí regresar de la ausencia.
Las piedras ruedan como los sueños de los pueblos. Un músico solitario intenta interpretar, los colores de la piel de los sentimientos. El púrpura de las ilusiones se derrama, desde el mar verde de la amazonía, hasta Dublín o Jerusalén. Habla el mismo idioma, con el dolor dibujado en los labios de una mirada, que se pierde en la lontananza; como la nostalgia de los buques, cuando los conducen bramando y con sus recuerdos, al deshuesadero. Un tiro de gracia expresa un profundo Verdún, mientras le desgarra con los dientes las entrañas; como la metralla que desflora a las ilusiones de la vida; como el frío que se apodera del corazón de los hombres. El jazz se pasea como la caricia dulce y tibia, por la entrepierna. Un gato tuerto o Johnny Walter, rebuscando sentimientos para interpretar al soliloquio y soledumbre de unas canciones de amor. Esta noche, hasta la guerra suena a bossa nova. La memoria revive a los fantasmas de Gilberto, de Moráis y toda la sensualidad que transpiran las garotas o la hambruna de los sexos de las mujeres de las fabelas, que se encandilan con las estrellas de sus orgasmos, bajo la mirada permisiva del Corcovado, que ampara a los inmigrantes con su misericordioso abrazo.
Una vieja guitarra eléctrica, con las cuerdas aún enredadas en los años 60, puntea hasta que sangran las yemas de los dedos del amor. La banda se pasea desde San Luís hasta Liverpool, con el aliento del Púb Ingles, con los versos libertos de la soledad y del silencio de los solitarios de la noche. Los versos de la guitarra bohema, la que suele aguardar al amanecer del nuevo día; la que conoce el verdadero rostro de las prostitutas y de las señoras que alimentan a las casas de amor, a la luz del neón; la maldita guitarra que esconde en su panza, al prohibido aroma marihuano, el mismo que inspiró a Cole, a Brubek, Donovan, Goldsboro, a los Beatles o a Dylan; ella, la cantora se despide de la noche con la misma facilidad, que un sidoso se marcha de la vida escapándose por la puerta de atrás; como los homosexuales que contemplan la magia de la noche y brotan de las tinieblas para disfrutar de esa vida, que los trata como alergias; tras las sombras de personas misteriosas o los versos que la sordina intenta desnudar, cuando la nostalgia le patea el trasero al murmullo de los incultos; brotan desde Georgia o desde Tennessee, versos con todo el dolor de la negritud, de la tierra, de los esclavos, de los desplazados de las guerras, de los inmigrantes o de los emigrantes, que no son más que otra forma de exilio ¡de la sangre de la tierra!. Cuando un cualquiera se corta las venas, son gritos los que lanzan las cuerdas de las guitarras viejas.
Simplemente necesitas llamarme, cuando te sientas sola o sientas frío en el alma, o sencillamente, cuando requieras de un amigo, para pasear descalza sobre la primavera o para vivir el encanto de una engolosinada, con la suerte de los hados. Las sandalias son para no dejar huellas o para no embarrarnos con el polvo de los astros; los orgasmos llegan cuando menos se desean, caen cual frutos maduros y el aire se encarga de esparcir las semillas de su aroma a sexo. Nuestras miradas demarcan nuestros territorios; solo deseo que veas de mí, aquello que sobrevive en lo más profundo de mi ser. Cada día el tiempo es más liviano, se volatiliza como los suspiros o el aire que transpiran tus miedos. No sé si vuelva a regresar; ni siquiera sé si al retornar pase por las mismas partes. Siento una confusión de voces y sonidos, es como un corto circuito en una iglesia gótica. No sé si deliro o he enloquecido; no sé si las palabras requieran de una camisa de fuerza, o simplemente se sosieguen con un cigarro y un poco de licor. Estés donde estés, te envío este mensaje, por los cables de alta tensión.
Con todo el sentimiento de mis sueños
EL PERRO VAGABUNDO
MISIVA A UN LUCERO
Saltan los ojos de las luces, con las sensuales líneas de su cuerpo. Luces como el brillo de los ojos o de la tela del vestido de una deliciosa prostituta; o como los trajes de esas extrañas mujercitas galácticas, que se escapan de las historietas metálicas. Resplandeces como una perra cósmica, irradiando destellos cuando la cabalga a pelo un desconocido héroe sin cerebro. Podría llamarte rosa o simplemente buenos días. Sé que eres la sombra de una fantasma y que tus sentidos solo beben: brandy y fuego. No sé cuando van a regresar los muchachos que están en la guerra. Allá nadie piensa, simplemente pasa el tiempo y germina la demencia. Nadie corre ni camina, para no perder los pies con una mina. Nadie levanta la cabeza, porque zumban las balas como mosquitos tropicales. Nadie habla, para no conocer a nadie y no tener que cargar con remordimientos, ni pesadillas, ni sentimientos de culpa. Nadie ora, ni se ríe, si alguien se moja en los pantalones; cada uno busca en el cielo una estrella de la buena suerte y cada uno se apropia de una de ellas. Saltan los ojos con los sonidos de las luces, ninguno levanta la cabeza; cada uno vió y vivió la muerte a su manera; ninguno la encontró hermosa, ni la besó en la boca. Así es la vida: cruel y absurda. Solo el amor nos enseña a vivir y a sobrevivir; aferrados a una esperanza como los secuestrados en las selvas.
Atrévete. Puedes querer o no querer, igual que la flecha ama a la vida y a la muerte. La realidad te enceguece y solo tienes fé en los oropeles, que son la fuente de tus pesadillas. Aprende a enterrar con tus manos, a los recuerdos deslucidos de tu historia. Prende el holocausto con lo amado y redímete con sus cenizas; después del funeral y de la lluvia, germinará el color de la primavera. Abre las cornisas cerradas de tu cuerpo, para que sientas la fragancia de la vida. Atrévete a creer en otras voces y a descubrir caminos. Vive el presente como si fuese el último verano o las últimas jornadas que te regala la vida. Suelta las amarras e incendia las noches, como los amantes pirómanos. Desatraganta el miedo, atrévete a dar el primer paso, vive en su intensidad la magia y el encanto del amor; deja que te lleve de la mano, hasta vivir con pasión los últimos instantes de tus días.
Siento pasar desbocado el tiempo, cuando estoy contigo. La luna no alcanza a desvestirse y al Sol le madrugamos. Eres mi luciérnaga de amor y me convidas como las brujas, a celebrar ceremonias oscuras; le entregamos nuestros cuerpos al frenesí del holocausto, pero no dejamos de soñar, ni de garabatear versos, mientras el sudor y el cansancio se toman un refresco; una duermevela se devora nuestra fatiga. El mañana no es más que un mantel de punto por tejer; sé que algún día me llamarán tres veces, pero siento que tu cuerpo ignora hasta la muerte. Regálame un poquito de ilusiones, antes que las trompetas rompan el encanto del hechizo o me cierren los ojos con un beso. Embrujemos el anochecer, cumpliendo la voluntad de los deseos, cerca de las brasas de la chimenea.
Sostendré la brida del caballo blanco, saciaré la sed de Matelot, corcel de amor y del pensamiento; sus alas lo remonta sobre los sueños y el tiempo, buscando siempre la rosa negra desde Venecia hasta Bagdad. Vivo el absurdo como los enamorados del mar, habitando en el desierto una vida de silencios, como el suspiro que dista a nuestros corazones. Jamás pude salvar las imágenes de las murallas; te recuerdo sin alas y siempre agonizando a tu sombra, sobre el fuego de las arenas. Tokapi es tu corazón, si no puedo sortear sus fosas, me tenderé como el crepúsculo a ensoñar la muerte, hasta que me abrace. El éxito perdió las llaves y la esperanza agoniza, sepultada por el absurdo y las basuras que engendramos, nosotros los peores depredadores. Los sonidos de la ciudad y de la vida, son cada día más angustiosos. El miedo me mira de reojo; solo el murmullo de las aguas, me permite ensoñar un oasis. Contemplo extasiado la nostalgia de la naturaleza, cuando llora como una ballena cuando encalla o las focas cuando olfatean a la muerte en las matanzas.
Cada carta, mi amor, mi adorado pecadito mortal, es la reseña de recuerdos o instantes que inmortalizo o revivo, con esa tristeza o zozobra que genera, el saber que nada se volverá a vivir dos veces igual o con la misma emoción; todo muta y cambia el sentimiento, las circunstancias y hasta los protagonistas; por eso, no se pueden editar libretos, ni existen formulas en el amor. En cada carta, más que remembranzas, queda un camino despejado para evocar las reminiscencias de nuestros pasos por el pudridero; refrescar la memoria, es muy diferente al quedarnos atascados en las arenas de los recuerdos; nada hay como despertar con sueños, con objetivos y con metas por alcanzar; el desenterrar recuerdos nos ayuda para conservar vivas las raíces; inclusive para reconstruir reminiscencias o parte de nuestras historias para nuestros hijos; o poder recordar, cuando la memoria se nos estropee. Algunas de estas cartas te ayudarán a conservar fresca la memoria de nuestra experiencia existencial. Hay cartas que se pueden dejar abiertas, para compartir su luz y fuego; inclusive he encontrado en ellas a cómplices y confidentes; no recibo desaires ni descortesía, porque siempre me escuchan con atención y sin desden. Aveces me siento vil e infame con los seres que amo y me aman, ya que me avergüenza el fallarles en su confianza; y por el daño que les genera la zozobra, cuando me escapo en otra de mis “experiencias existenciales”. Me he deshonrado frente a la confianza de mis seres queridos; y debo volver a acreditarme, para gozar de su amor y aprecio. Yo mismo me encargué de deslucir mi vida, pero sabes que solo intento huir del hastío, de la soledad y de esa angustia que se apodera de mí en los momentos tétricos, de las temporadas depresivas. No deseo buscar soluciones en los antidepresivos, ni a derrumbarme, hasta terminar en una clínica de reposo. Me fastidia el tener que mentir, para disfrutar de esos instantes que me permiten escapar del absurdo tedio; de esa asfixia que generan los compromisos, cuando nos apresan en sus absurdos laberintos. Vida solo hay una, amor mío, vívela con pasión y desenfreno. No te dejes mancillar por las palabras o las críticas necias; muchas críticas son mezquinas e insensatas en su mayoría; la cobardía opaca a la vida, más de lo que imaginamos. El resignarnos nos puede hacer infelices o desgraciados para siempre. Es bueno escuchar y compartir con la pareja, sin pasar a ser un pusilánime. Hay personas que nos menoscaban con sus palabras, hasta que nos anulan totalmente; no siempre es bueno evadir los problemas o callar; es bueno tomar conciencia cuando nos hemos equivocado, para replantearnos frente a la vida y nuestro destino. La felicidad no se puede recibir, ni vivir en mendrugos; ni el amor se puede mendigar como pordioseros, simplemente se ama o no se ama; querer y apreciar, es y será siempre muy diferente a amar. A veces, amor mío, me siento como un gorrón o un vago, cuando se me pasan las horas escribiendo; creo que no fastidio, ni perjudico a nadie, ni siento que lo asumo como una válvula de escape; pero no es fácil crear en solitario, como escondido en un espacio que no puedo considerar propio ni privado; a veces me hacen falta ciertos incentivos o ambiente, para vivir o sentir los versos. Te amo, porque me has tendido la mano y tu corazón, con un desinterés absoluto. Tampoco puedo ignorar a mi Padre y a mi amada Osita, que han sido mis cómplices y mecenas, sé que gracias a ellos, no he tenido que mendigar papel ni alimento y he podido sobrevivir con dignidad. Por ellos, he podido asumir con entrega este oficio como una profesión y no como una simple ocupación o por necesidad. Mi gratitud es y será inmensa, porque he podido convertirme en un artesano de la palabra, de sueños, de ideas. Ojala los pueda honrar con una buena obra algún día.
Mi amor, no puedo, ni quiero escribirte más. Me siento triste y desolado. Extraño hasta esos objetos que nos unen, sirven de lazo o de unión con los recuerdos familiares; más, cuando no se perdieron en un desastre, sino por la avaricia insaciable de una extraña. El tiempo ha pasado, pero no todo puede ser delicioso, ni placentero, cuando extraño a mis queridos hermanos; hoy, parias y exiliados por las circunstancias, en países que a pesar de su hospitalidad, ellos siempre se sentirán como desplazados o refugiados. No sé a que Dios enmendarle su protección y bendición. ¿Tiene que ser así de cruel la vida? ¿Por qué en vez de falsos paraísos, construimos campos para refugiados, por todo el mundo? ¿Por qué no sembramos semillas de amor y esperanza en los niños, para combatir al racismo y a la xenofobia? ¿Por qué en muchos países es imposible abrazar a una persona, como si fuera un hermano? ¿Por qué cuando escribo, pienso siempre en un mundo ideal?
Te amo. Lloyds, el Pub Ingles murió. Deseo dejarte escritos mis besos, porque gracias a ti, he podido sobrevivir. Te amo “amor mío, corazón de otro”
TU PERRO VAGABUNDO.