LES PRESENTO EN LA SEMANA DE LA MUJER UNO DE LOS
CAPÍTULOS DEL LIBRO Y DE ESTE TALLER QUE PUBLICAMOS TODAS LAS SEMANA
Y QUE ES EL MAS PREFERIDO POR MI, LA SOMBRA;EL CANTO HONDO Y JUNTO CON
EL EL RESUMEN DE TODO EL TALLER HASTA EL MOMENTO, LA RECOPILACION DEL
90% DEL LIBRO, FALTAN 4 CLASES PARA TERMINAR ESTE HERMOSO
LIBRO/TALLER,LO PUBLICAMOS TODOS LOS DOMINGOS EN MEDITACIONES EN EL MARROJO/CURSOS Y TALLERES GRATUITOS,ESPERO LO DISFRUTEN Y UN CONSEJO NO LO LEAN COMO
LIBRO SINO COMO TALLER 1 CAPÍTULO POR SEMANA ES MUY PROFUNDO EL LIBRO Y
NECESITA UNO TIEMPO PARA ABSORVER TODO EL CONTENIDO DE CADA CAPITULO,
RECREARLO Y SOÑARLO,
LES DEJO AL FIN DEL POST OTRO REGALO EL CURSO COMPLETO DE LAS HADAS PARA TODAS USTEDES, LAS HERMOSAS HADAS EN SU DIA ESPECIAL.
LOS ABRAZO EN LUZ PLATINADA, DORADA Y BLANCA LAS QUIERO Y LAS
DEJO IR EN LIBERTAD, HELEN.
TALLER SOBRE EL LIBRO MUJERES QUE CORREN CON LOS LOBOS
LECCION 15; CAPÍTULO13
La sombra: El canto hondo
Ser una sombra significa
tener un toque y un paso tan ligeros que una se pueda mover libremente
por el bosque, observando sin ser observada. Una loba es una sombra de
cualquier cosa o persona que atraviesa su territorio. Es su manera de
recoger información. Es el equivalente de manifestarse, convertirse en
algo tan tenue como el humo y volver a manifestarse.
Las lobas pueden moverse con mucho sigilo. El ruido que hacen se podría comparar con el de los ángeles tímidos.
Primero retroceden y siguen como una sombra a la criatura que ha
despertado su curiosidad. Después aparecen de repente por delante de la
criatura y asoman medio rostro, atisbando con un dorado ojo desde
detrás de un árbol. Bruscamente, la loba da media vuelta y, en un
borroso revoltijo en el que a duras penas se pueden distinguir su
blanco collarín y su peluda cola, se desvanece para retroceder y
situarse una vez más a la espalda del forastero. Eso es ser una sombra.
La
Mujer Salvaje lleva años siguiendo como una sombra a las mujeres de la
tierra. De pronto, la vislumbramos fugazmente. De repente, vuelve a
ser invisible. Sin embargo, aparece tantas veces en nuestra vida y con
formas tan distintas que nosotras nos sentimos rodeadas por sus imágenes
y sus anhelos. Viene a nosotras en los sueños y en los cuentos
—especialmente en los acontecimientos de nuestra vida personal—, pues
quiere ver quiénes somos y comprobar si estamos preparadas para
reunirnos con ella. Si echamos un vistazo a las sombras que proyectamos,
vemos que no son sombras humanas de dos piernas sino unas deliciosas
sombras de un ser libre y salvaje.
Estamos
destinadas a ser unas residentes permanentes, no unas simples turistas
en su territorio, pues procedemos de aquella tierra que es nuestra
patria y nuestra herencia. La fuerza salvaje de nuestra psique
espiritual nos sigue como una sombra por un motivo. Según un dicho
medieval, si bajas por una pendiente y te sigue una fuerza poderosa y,
si esta poderosa fuerza logra apoderarse de tu sombra, tú también te
convertirás en una fuerza poderosa por derecho propio.
La
gran fuerza salvaje de nuestra psique quiere apoyar su pata en nuestra
sombra para apoderarse de nosotras. En cuanto la Mujer Salvaje nos
arrebata la sombra, volvemos a ser dueñas de nuestra persona, nos
encontramos en el ambiente que nos corresponde y en el hogar que nos
pertenece.
La mayoría de las
mujeres no teme esta reunión sino que de hecho la desea. Si en este
preciso instante las mujeres pudieran encontrar la guarida de la Mujer
Salvaje, entrarían de cabeza en ella y saltarían alegremente a su
regazo. Les basta con que las encaucen en la debida dirección, que es
siempre hacia abajo, hacia la propia tarea, hacia la vida interior,
hacia la galería subterránea que conduce a la guarida.
Iniciamos
nuestra búsqueda de lo salvaje en nuestra infancia o en la edad adulta
porque, en medio de algún denodado esfuerzo, intuimos la cercanía de
una presencia salvaje y protectora. Quizá descubrimos sus huellas en la
nieve reciente de un sueño. O bien observamos en nuestra psique una
rama quebrada aquí o allá, unas piedras removidas, con la húmeda parte
inferior boca arriba, y comprendimos que algo sagrado había pasado por
nuestro camino. Percibimos en lo más hondo de nuestra psique el susurro
lejano de un aliento conocido, notamos unos temblores en el suelo y
comprendimos que algo poderoso, alguien importante, la salvaje libertad
que llevábamos dentro, se había puesto en marcha.
No
pudimos apartarnos de todo aquello sino que más bien lo seguimos y, de
esta manera, aprendimos a saltar, correr y seguir como una sombra
todas las cosas que atravesaban nuestro territorio psíquico. Empezamos a
seguir como una sombra a la Mujer Salvaje y, a cambio, ella empezó a
seguirnos amorosamente a nosotras. Aullaba y nosotras tratábamos de
contestarle, antes incluso de recordar su lenguaje, antes incluso de
saber exactamente con quién estábamos hablando. Y ella nos esperaba y
nos animaba. Éste es el milagro de la naturaleza salvaje e instintiva.
Sin tener pleno conocimiento de lo que ocurría, lo sabíamos. Sin verlo,
comprendíamos la existencia de una prodigiosa y amorosa fuerza más allá
de los límites del simple ego.
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