La mayor aventura que existe en la vida es la de ser nosotros mismos
Las hijas del atleta norteamericano que humilló a Hitler declaran a ABC que «nuestro padre fue más valorado en Europa que en América»
La salida de la final de los cien metros lisos que le daría a Jesse Owens la primera de sus cuatro medallas - ABC3
MARÍA ESTÉVEZ - @abc_cultura Los Ángeles11/04/2016 02:14h - Actualizado: 16/04/2016 11:08h.Guardado en: Cultura Cine
Un total de dieciocho atletas negros representaron a los Estados Unidos en los juegos olímpicos de 1936, en Berlín. La fuerza auxiliar negra, como la llamaron los nazis, fulminó a los deportistas alemanes y también el mito de superioridad de la raza aria. Uno de los miembros de la fuerza auxiliar negra se convertiría en el héroe de Berlín. Un hombre que, por su entrega y la importancia de su victoria, representa el espíritu de Nike, la diosa griega del deporte.
El atleta norteamericano Jesse Owens ganó cuatro medallas de oro ante miles de alemanes, ante Hitler, ante Goebbels y su máquina de propaganda, y ante sus compañeros judíos apartados por la corrupción del comité olímpico. Fue Goebbles quien denominó a los deportistas afroamericanos de Estados Unidos; los auxiliares negros, y fue también el productor del filme «Olympia», brillante ejercicio cinematográfico de la directora Leni Riefenstahl, que dejó para la posteridad la humillación alemana.
Ochenta años después de conquistar Berlín con cuatro medallas; en cien metros (puedes leer la crónica de la carrera publicada por ABC aquí), doscientos, relevos 4x100 y salto de longitud, la vida de Jesse Owens se estrena en el cine. La película «Race, el héroe de Berlín» cuenta con la colaboración de dos de sus hijas, Beverly y Marlene Owens, que recibieron a ABC en una habitación del hotel Four Seasons de Los Ángeles. «Este es un filme muy emotivo porque nos hemos convertido en espectadoras de nuestras propias vidas. Algunos momentos de la cinta son muy duros para nosotras y nos hicieron darnos cuenta de detalles en la vida de nuestro padre que habíamos pasado por alto, detalles que nos demostraron lo difícil que fue su camino. Él sufrió mucho pero, a pesar de todo, siempre fue un hombre dedicado que peleó por cuidar de su familia de la mejor manera que pudo», explica Beverly, de 76 años, la pequeña de las tres hijas del corredor.
Las hijas de Jesse Owens- ABCEllas han sido instrumentales para dar forma a la narración de «Race», el primer biopic dedicado al icono del atletismo. «Hemos colaborado durante cinco años con los productores franceses Jean Charles Levy y el empresario Luc Dayan. Para nosotras es un orgullo ver hecho realidad este reconocimiento. La película pone de manifiesto que él siempre fue más reconocido en Europa que en América», confiesa Marlene.
Owens, el héroe, demostró coraje para enfrentarse, no solo a sus adversarios velocistas, sino también el racismo que vivía cada día. «Creo que su educación tuvo mucho que ver con su triunfo. Su fuerza, su coraje, su espiritualidad, sus valores, son un legado de su familia. Creció en Alabama, donde su padre era un aparcero y su abuelo un esclavo, en la unidad familiar cada uno tenía un papel que representar en beneficio de todos. Eso les marcó y les dio fuerza», admite Marlene.
A Jesse los norteamericanos no le pagaron bien su proeza obligándole a entrar en hoteles por la puerta de servicio (incluso a la vuelta de los Juegos y en una cena homenaje a él mismo, le hicieron entrar por la puerta de servicio), a sentarse en la parte trasera de los autobuses y a competir con caballos en carreras profesionales para poder mantenerse.
«A pesar de ello, mi padre creía en la premisa de América y pensaba que sus logros no hubiera podido conseguirlos en ningún otro lugar del mundo. Siempre decía que las oportunidades limitadas que él recibió fueron mejores que no tenerlas en absoluto. Mi madre era quien se avergonzaba con el tema de las carreras contra caballos, le molestaba. No le gustaba que nadie se lo recordase. Hizo lo que tuvo que hacer. Fue humillante, pero no duró mucho tiempo» confiesa Beverly. Al respecto, Owens señalaba que «la gente decía que era degradante ver un campeón olímpico competir con un caballo, pero ¿qué podía hacer? Tenía cuatro medallas doradas, pero no podía comérmelas».
Hitler, que no tenía mucho interés en el deporte, celebró los Juegos Olímpicos de Berlín como un triunfo, disimuló el odio del régimen y convirtió sus juegos en un glorioso espectáculo, como nunca antes se había visto. Los de Berlín fueron los primeros juegos modernos, con el viaje de relevos de la antorcha, las medallas de los equipos alemanes y el fingido encanto con qué Berlín y los nazis dieron la bienvenida a sus invitados. Sus Olimpiadas cumplieron el objetivo en aquellos años previos a la Segunda Guerra Mundial y convencieron al mundo de que los nazis no eran tan malos.
Pero por encima del espectáculo planeó siempre la vergüenza de Adolf Hitler ante el éxito de Owens, un hombre con la única meta de ganar. «Hice lo que quería hacer y lo logré con determinación. Gané por mí y por mi país. Fue muy especial ganar una medalla de oro y ser un hombre negro. Destrozamos su teoría de la raza y soy feliz por mí, como individuo, por mí raza y por mí país», declaró el atleta tras conseguir sus medallas olímpicas. Jesse vengó a sus compañeros judíos, Marty Glickman y Sam Stoller, que no pudieron competir para no ofender a sus anfitriones antisemitas, pero en América tuvo muchos problemas para encontrar trabajo.
«El racismo en Estados Unidos es palpable, aunque siempre encubierto. De vez en cuando surge en la superficie y uno puede ver lo que ocurre. Mi padre es un testimonio de ese racismo. Si hubiera sido blanco habría tenido derecho a una casa, a un trabajo, no hubiera tenido que luchar, ni mendigar carreras como lo hizo. Por eso era tan fuerte, tenía la determinación de convertirse en quien realmente quería y sobrevivir», dice Marlene. Quedó su figura en la memoria popular.
El héroe de la fuerza auxiliar negra que dinamitó salto a salto, carrera a carrera, el festival pagano de los Nazis. «Básicamente, era un hombre espiritual y humanitario. Creo que los niños y los jóvenes que vayan a ver esta película pueden aprender mucho de él, porque si nos pareciésemos más a lo que representaba, tendríamos un mundo mejor del que tenemos hoy», reconoce Marlene, la más habladora de las Owens. Apasionado del atletismo, Jesse nunca intentó inculcar su carrera en sus hijas. «Mi padre nunca quiso que corriéramos. Nos educó para ser damas», señala Beverly. Tanto escondió Jesse su éxito a sus hijas, que estas descubrieron su historia siendo ya adolescentes. «Su participación en los Juegos Olímpicos fue algo que consiguió y le llenó de orgullo, pero aquello no tenía nada que ver con su realidad. En casa era papá, contestaba preguntas si se las hacías, sin embargo no hablaba de Alemania. Nosotras nunca supimos de sus medallas hasta que fuimos adolescentes y descubrimos la fama que le rodeó» terminó diciendo Beverly.
Jesse Owens nos regaló una de las imágenes más bellas del deporte cuando abrazó y conversó con Luz Long, su adversario alemán de salto de longitud. Poco antes del último salto Long había aconsejado, tras dos saltos nulos, que se alejara un poco en su última oportunidad. Owens le escuchó y voló algo más de ocho metros, una marca que se tardaría 25 años en batir.
Después, cuando Owens logró el oro, el atleta alemán dio otra muestra de deportividad diciéndole al norteamericano que dieran la vuelta de honor al estadio junto. Aquello no gustó en absoluto al regimén nazi, que acabó pasándole factura mandándole a la primera línea de guerra, donde moriría en el frente de Sicilia, durante la invasción británica.
Long y Owens mantuvieron correspondencia después de los Juegos Olímpicos e incluso el norteamericano visitó a su familia cuando acabó la guerra. El estadounidense diría de él: «Podrían fundir todas las medallas y copas que gané, y no valdrían nada frente a la amistad de 24 quilates que hice con Luz Long en aquel momento».
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