LA FELICIDAD EN EL CAMBIO
(Final)
La amonestación americana
Más allá del excelente trabajo de empatía de Barack Obama y de tener una de las constituciones como nación más esclarecidas, los estados Unidos de Norteamérica han estado viviendo y viven aún en el consumismo no sólo
compulsivo sino desenfrenado. Una economía basada en el pago a crédito. Personas que trabajan 20 horas al día sábado incluido. A pesar del fast food, de las estructuras sanitarias que te atienden sólo si tienes dinero, de un sistema
de seguridad pública en el que se venden armas de fuego sin ni siquiera pedir un documento de identidad. Nadie habría podido imaginar nunca que de ese país partiera el acto más desestabilizador de acusación a la civilización consumodependiente.
Pero ¿habrá sido realmente una simple coincidencia?
Los estados Unidos de América han sido el templo del consumismo compulsivo, expresión del liderazgo cuantitativo y estratégico de los mecanismos que han dominado el mundo hasta hoy. De hecho, desde aquella orilla del Atlántico han
llegado siempre las innovaciones más grandes, pero también las de consumo, de estilo de vida, los modelos de referencia más penetrantes, los consejos más sugerentes para las adquisiciones...
Sirva de ejemplo el fenómeno de la economía basada en el pago a crédito, el desastre de los préstamos, la más clásica de las gotas que hace que el vaso se desborde. Millones de ciudadanos han firmado montañas de papeles para
comprar casas (o automóviles) que nunca se habrían podido permitir sólo porque se han dejado hipnotizar por otras tarjetas que servían para cubrir la deuda, y por los sucesivos préstamos que las habrían garantizado y así
sucesivamente. Los bancos habían dejado de regular el tráfico de dinero, se habían limitado simplemente a ‘acuñarlo’: de forma abusiva, es verdad, haciendo uso de una montaña de documentos en lugar de dinero contante y sonante.
Y ha sido basándose en éstos como han construido imperios de papel y balances amañados, riquezas desproporcionadas y túneles subterráneos de flujos financieros que al final han explotado en la catástrofe financiera que
está poniéndose en evidencia, nunca antes imaginada por la buena fe de miles de millones de personas y que nunca se había conocido en el mundo. Por fin, ante nosotros, ciudadanos del planeta, la gran oportunidad.
Ahora, desde los estados Unidos se espera de nosotros un auténtico impulso a la causa de la conciencia, una indicación precisa, fuerte y concreta sobre la ruta que hay que seguir para lograr el cambio. Seguramente, Obama ya está haciendo algo positivo, está personificando, la esperanza de su pueblo, el anhelo de la humanidad, hacia el nuevo modelo de referencia de desarrollo sostenible con el que él y los otros gobernantes tendrán que encontrar la forma de reinventar la Justicia, no de refundar el capitalismo.
Los estados Unidos del cinismo político, del capitalismo salvaje con cara de marketing social, el país de los ejércitos salvadores de la democracia, el del dominio indiscutible en el mundo, esa forma de hacer está destinada a verse
relegada a los libros de historia. Después de diez, veinte años, leeremos sobre los años 2008-2009 que fueron los años de la crisis del sistema neocon americano; los años del paso de un sistema cínico y despiadado al de la recuperación ambiental, de la producción alternativa de energía, de la sanidad para los americanos pobres, al de un estado americano menos propenso a secundar la avidez de los grupos de presión de cualquier género y naturaleza y más inclinado a lo social, a la asistencia. A la humanidad. Al menos esto es lo que deseamos, lo que nos parece –y es posible-vislumbrar, creamos lo que creemos. En los libros de historia, al final, habrá que añadir otro capítulo que todavía no se ha escrito exhaustivamente pero está en borrador: y después de la revolución Industrial, tan alabada, aquí tenemos la revolución ecológica del equilibrio entre la gente, la naturaleza y un nuevo sistema económico responsable. People, Planet, Profit. Las tres «pes» son las auténticas palabras correctas por y en cualquier parte.
Por siempre y en todas partes debemos imaginar sistemas que se centren en la gente: en la solidaridad, en el apoyo, en la asistencia, en la defensa de los valores de una verdadera civilización consciente y del amor. Por siempre y en todas partes debemos imaginar sistemas que se centren en el planeta: en la protección del aire y del agua, en la defensa de los bosques y de los animales, en la humanización de las ciudades y de los lugares de trabajo, en la reflexión de los sistemas de movilidad para los hombres y las cosas...
Por siempre y en todas partes debemos imaginar sistemas que se centren en la economía responsable: una economía estimulada por el capital creativo antes destinado a productos y servicios incompletos; imaginarnos un ámbito de
producción, distribución, consumo que contemple un comportamiento ético, que proteja la viabilidad del planeta en su conjunto, que asegure respuestas reales a las preguntas, cuyos beneficios no se basen en la escasez sino en la abundancia, que tenga como base el uso responsable de los recursos disponibles y su renovabilidad, que genere un beneficio legítimo y razonable para el empresario, para la empresa y para sus colaboradores.
El quinto elemento
Pero ¿cuál es el proceso que escribirá la historia de los nuevos mundos del consumismo consciente, del People, Planet, Profit, del gran cambio?
Es restrictivo pensar que hemos llegado a esto sólo a causa de una exacerbación máxima del antiguo estilo de vida. No es así, el proceso ha sido relativamente armonioso, constante y coherente, aunque relativamente rápido, visto que es un modelo de vida nacido después de la Segunda Guerra Mundial.
Nos encontramos en el mundo despavorido y desolador de unos continentes devastados por la guerra más grande y destructiva de la historia de la humanidad. Hay países importantes arrasados (Alemania, Japón, Francia, Italia, Inglaterra) existe un drama planetario de muerte y destrucción del que es preciso salir cuanto antes. Los hombres reconstruyen las ciudades y las fábricas y promueven la civilización industrial y del consumo gracias
también a la aportación de los estados Unidos que no han conocido paradas traumáticas en el desarrollo industrial, que, es más, de algún modo se ha visto acelerado por el enorme esfuerzo que el país de las barras y las estrellas ha
realizado, también desde ese punto de vista, para salvar al planeta de las invasiones y del nazismo.
Los primeros síntomas de la fuerza y la prepotencia del que instiga al consumismo compulsivo, el instrumento más poderoso, comienzan a hacer efecto en los consumidores, es la publicidad en la televisión la que revolucionará literalmente los mercados.
Centrémonos en Italia: de ser un país agrícola, dedicado al turismo y a la espontaneidad, el más rico en cultura y bellas artes, uno de los más hermosos, cambia radicalmente y gracias a lo que los libros de historia llaman ‘milagro
económico’, se convierte en un país industrial: con autopistas, un montón de eficientes industrias metamelcánicas, químicas, petrolíferas, el cemento que transforma las ciudades y no sólo eso. También el modo de vivir y de pensar de
la gente sufre profundos cambios: se pone brillantina en la cabeza; aprende a conocer los electrodomésticos, los detergentes químicos que sirven para hacerlos funcionar, y posteriormente la electrónica de consumo, la tecnología que avanza...
También avanza el progreso, ¿no? eso es lo que se dice cuando una población renuncia a la relación con la naturaleza para «evolucionar» en realidades urbanizadas, contaminadas, frenéticas pero –digámoslo así- con todo tipo de
accesorios desde el punto de vista del consumo posible. En realidad, eso fue lo que les sucedió a nuestros padres: aprendieron a consumir. O mejor dicho, el consumo pasa a formar parte, a todos los efectos, de la forma de vivir de los hombres y de las mujeres, convirtiéndose en el elemento vital de referencia: consumo luego existo.
Como consecuencia, las industrias, los empresarios, incluso los italianos, y por tanto, los de origen campesino, se transforman rápidamente, modificando la propia estructura y el sentido del país, llegando a ser líderes de una industria
que produce de todo y cada vez en cantidades más importantes. Pero la falta de valor y de valores genera distorsiones en el sistema. Ésta es un poco la fase bulímica del consumo. Se produce de todo, se vende de todo, con escasos controles en la calidad y salubridad de los productos, pensad por ejemplo en el DDT: se usa sin ton ni son. La televisión llena plazas y bares, incluso se recurre a los cines para ayudar a difundir la pequeña pantalla. Y las personas consumen y consumen, gastan y gastan. Y se quedan embobados delante de la televisión.
Ése es el primer elemento para la construcción del mercado de consumo: la cantidad, el producto como un fin en sí mismo, sin tantos cumplidos. Pura y simplemente. Su accesibilidad, su distribución.
El segundo elemento: el producto debe ser también bueno, en la acepción más amplia del término. No estamos hablando sólo del sabor, cuando nos referimos a productos alimentarios, sino también a los llamados bienes «no-food» en este último caso la bondad se refiere a la calidad «este vestido es bueno» decía mi padre en su tienda de tejidos.
La variedad de las ofertas alimenta la comparación, la confrontación. No tanto del precio, o mejor dicho, no sólo: el boom económico va acompañado de una primera forma de hedonismo intenso, aunque embrional, que pretende y se
justifica por el cuidado de la estética, la búsqueda de lo bello. Una actividad en la que nosotros, los italianos, tenemos mucho que decir y sabemos hacer bien esto representará una parte sustancial de la fortuna industrial y económica de
un país que no por casualidad se convirtió en uno de los más poderosos del mundo a pesar de la derrota en la última guerra y de la relativa estrechez de sus fronteras. Ése es el tercer elemento: la estética.
Será el nacimiento del diseño el que le dé la vuelta a la tortilla y defina las primeras clasificaciones de producto, las franjas, los objetivos. A medida que el mercado se amplía y evoluciona (si podemos decirlo así), el consumidor se hace más exigente o simplemente pide ser respetado no sólo como comprador de un producto, sino como sujeto de relación y como cómplice por un mundo mejor.
Es entonces cuando el que compra pasa del sometimiento, de la actitud pasiva de quien se doblega, a sujeto activo que discrimina, examina las diferencias y las sopesa: el producto en este momento debe poseer otro elemento, no debe
dañar la salud del hombre; debe estar controlado. Ése es el cuarto elemento que nos acerca rápidamente a la actualidad.
El producto debe ser sano y seguro.
Sano en su relación con el hombre que lo usa (alimentario o no); sano durante su proceso de fabricación, seguro en el uso con todas las repercusiones posibles en los estilos de vida. Y hemos llegado al quinto elemento en nuestro caso, el quinto elemento es el último que cierra el círculo. No habrá más.
El quinto elemento es la ética.
El producto al final de este rapidísimo proceso, de la posguerra a nuestros días, ya no basta que sea accesible, bueno, bello, sano y seguro. Tiene que ser ético. respetar al hombre, el ambiente, el ecosistema, y por tanto ser eco compatible, no contaminante; ecológicamente aceptable, fabricado evitando los recursos no renovables; con un comercio justo, sin ver su reputación
afectada por prácticas tales como la explotación infantil o los tratamientos injustos. ¡Es así como nos encontramos frente al producto perfecto! ¡El nuevo milenio nos ha traído su fórmula! el producto que puede generar los nuevos mundos. Que en parte ya lo ha evocado y lo atrae. En la construcción, en el automóvil, en la alimentación, en el propio concepto del tiempo y del espacio. Lo que está sucediendo ahora es que en la mente de las personas se está dando paso a rutas alternativas a la que hasta hace pocos años se daba por descontada. Pensemos con cuanta rapidez está cambiando, por ejemplo, la
relación con el automóvil que pasa de símbolo de prestigio por cilindrada y lujo a símbolo de prestigio en la medida en que menos contamine. Pensemos en la nueva urbanística de las ciudades pequeñas y grandes que ya no prevé la llegada de los vehículos de cuatro ruedas a los alrededores del centro, que ya casi siempre está personalizada y es monopolio de los servicios públicos.
¿O queremos hablar de los conceptos de autenticidad, frescura, simplicidad, respeto, que han entrado en el léxico común del eco-consumidor cada vez menos compulsivo y cada vez más consciente? Este eco-consumidor se está convirtiendo en portador y paladín de la ética del mercado: las marcas, las empresas que las proponen, deben dar garantía de ética también –y sobre todo- en la producción: respetar al que trabaja, a los proveedores, al entorno inmediato pero también los criterios de urbanización. Deben ocuparse de los intereses de quien cree en la empresa simplemente porque compra los productos, o esencialmente porque invierte sus propios ahorros en ésta.
Estamos hablando de la responsabilidad social de la empresa de la que tanto se ha dicho y escrito en los últimos años y que ahora está asumiendo unos tonos cada vez más discriminadores: en el sentido de que los consumidores pretenden que cada vez haya más ética en todo el ámbito de la empresa.
Hemos llegado a este punto. Que quiere decir que hay ponerlo todo en entredicho. Nuestro modo de vivir y de pensar. Nuestro — ya podemos llamarlo así — antiguo estilo de vida.
Causa y efecto
Es el momento histórico para dar un paso adelante, no detenerse en un problema sino ganar altura, ver las cosas desde arriba, todas juntas.
Tenemos que ocuparnos de los efectos pero, antes de nada, de la causa.
La pobreza, el sida, el terrorismo, el calentamiento global, la desertificación, las guerras, la insatisfacción permanente y los otros problemas que vendrán se deben a la falta de conciencia y, por tanto, de civilización. Porque civilización quiere decir exactamente: conciencia, capacidad de amar, respeto al hombre, al medio ambiente y todo su contenido.
De ahí es de donde parte la gran crisis. De la falta de estos valores.
A lo que se añade la insostenibilidad del modelo de business basado en el crecimiento ilimitado de los consumos, abrumado todavía más por la falta de esperanza para nuestro futuro y por la relativa desestabilización en los mercados. De ahí nace la espiral involutiva, origen de la crisis económica…
Pero ésta que estamos viviendo no es una crisis, es una fase del cambio que marca de forma definitiva e irreversible el fin de la era del consumismo impulsivo, de los valores materiales, es por el contrario, el inicio de un viaje hacia una nueva sociedad de consumidores conscientes y de empresas con las tres «pes».
La escasa conciencia de una parte todavía demasiado consistente de dirigentes y de consumidores es el verdadero peligro, la amenaza real para el sistema, para el futuro del hombre y del planeta. Si ahora dejamos clara la relación causa-efecto debemos creer en ello hasta el fondo y cada uno de nosotros deberá asumir sus propias responsabilidades.
Empezando precisamente por las empresas que, de hecho, ya han dado importantes señales en este sentido. Basta observar la manera que éstas tienen de comunicar, que en los últimos meses ha adquirido el tono de un auténtico
cambio: ecología, recuperación, reciclaje, reducción de los consumos, energía renovable, compensación del cO2, son todos términos hasta hace poco tiempo totalmente ausentes en su comunicación, pero que hoy día se utilizan
precisamente para transmitir valor y valores en los mensajes promociónales, que además van en la dirección del cambio. No importa tanto en qué medida vienen del «corazón» y en qué medida del «cerebro», lo importante es que
estas acciones produzcan efectos virtuosos en nuestra sociedad.
El cambio
Hemos visto por dónde llega el cambio. Ahora debemos tratar de determinar también los caminos más rápidos y menos arriesgados para llegar en un tiempo breve y antes de que los efectos de las contradicciones, que ya han estallado,
triunfen por encima del deseo y la eficacia del cambio. Lo que más asusta a la gente es la idea en sí: pero el cambio no siempre supone necesariamente una renuncia, no ha sido difícil sustituir el DDT, los clorofluorocarburos que dañaban la capa de ozono, dejar de coger flores de la montaña, hacer la recogida selectiva de los residuos, y no será difícil renunciar a los autos contaminantes o a las compras que van más allá de nuestras posibilidades ecológicas.
O elegir energía renovable, poner un freno al consumo inútil, adquirir fruta y verdura de estación quizás cultivada cerca de casa. Favorecer las amistades verdaderas, rodearnos de personas que nos quieran y a quienes queramos.
En definitiva, vivir como buenas personas que tendrán muchas más posibilidades de ser felices. El nuevo mundo debe nacer en base a unos estilos de vida diferentes y harán falta nuevos modelos de referencia que nos lleven a ese resultado, que ya no será cualquier futbolista rico y opulento, sino personajes nuevos llenos de ideales.
El éxito en la forma de alcanzar el poder de Obama es un modelo muy convincente de cómo los valores son anhelados, que influirá en el estilo de vida de muchos gobernantes y llevará un soplo de aire fresco de valores a todo el mundo, provocando esta vez una espiral verdaderamente positiva.
Obama y la nueva política de los estados Unidos de América, si es que a las palabras, como parece, seguirán los hechos y habrá coherencia, son la respuesta al cambio, al momento histórico. Ojalá en el corazón de este hombre haya anidado la esperanza que cientos, miles de millones de personas necesitan creer que es posible. Ojalá la energía de la buena voluntad de tantos millones de inocentes le dé la fuerza de la sabiduría en los momentos de tentación. El proyecto vital encabezado en Obama nace en el momento preciso, como instrumento del cambio. Igual que lo es el proyecto LifeGate que se pone como objetivo la difusión de conciencia y de valores.
Las iniciativas a veces pueden ser decisivas para promover el cambio. Fattoria Scaldasole, por ejemplo, ha sido promotora de lo biológico en el Belpaese y con su dimensión y su éxito, se ha convertido en un modelo de referencia para el nacimiento de 60.000 empresas de lo biológico, llevando a Italia del último puesto al primero en la producción bio.
Un éxito todavía más importante si se tiene en cuenta que Scaldasole ha sido también pionera de un nuevo modo de comunicar. Ésta era una publicidad suya aparecida en 13 de enero de 1994 en el corriere della Sera:
Estamos viviendo de un modo relativamente incruento el tiempo que en un futuro será llamado el segundo renacimiento, cambian los modos de hacer política, comunicación e industria.
Están cambiando los juegos del sistema. La gente pide valores espirituales. En la política honestidad y claridad, en la comunicación verdad y concreción, en la industria relaciones a medida del hombre y del medio ambiente.
Lo natural ya no se ve como un hecho de imagen y un argumento sugestivo.
Podríamos resumirlo todo con una frase: a la hora de mandar el cerebro le deja un poco de espacio al corazón.
El paso imperativo: el aumento de la conciencia
La insostenibilidad en la sociedad, en la economía y en la ecología, la irracionalidad de muchos elementos en el comportamiento humano, la obsolescencia de algunas de las creencias y aspiraciones dominantes son síntomas del malestar que aflige a nuestro planeta, pero no son la causa de la enfermedad. La causa yace en algo más profundo: se encuentra en el modo en que pensamos.
Albert einstein dijo que no podemos resolver un problema con la misma mentalidad que lo ha generado. Podemos aplicarlo al mundo contemporáneo: no podemos curar nuestro planeta con el mismo modo de pensar que ha creado su enfermedad. La mentalidad que predomina actualmente, materialista y egocéntrica, es obsoleta y debe cambiar. Por suerte, la mentalidad que ha dominado el mundo en los últimos cien años no es una característica permanente de la especie humana.
Durante gran parte de los miles de años en los que los hombres han poseído otras varias formas de cultura y conciencia, éstos nunca se han sentido «separados» del mundo que los rodeaba. Siempre han vivido con la convicción
de que el mundo es uno, y que nosotros formamos parte intrínseca de éste. La radical separación del ser humano que piensa y que siente, frente a un mundo que ni piensa ni siente no llegó hasta la edad moderna, principalmente desde
Occidente. Y esto nos ha conducido a un aprovechamiento irracional de la naturaleza, como si esta no sintiera, en frente, un ser humano confuso que piensa y siente y por eso se cree separado y superior.
Los pensadores más inspirados no han aceptado nunca una visión antropocéntrica tan estrecha, ya fuesen artistas, poetas, místicos o científicos. Giordano Bruno, Leonardo Da Vinci, Goethe, Galileo Galilei, Isaac Newton, Nicolás copérnico y, en épocas más recientes, Albert einstein nos han dejado grandes testimonios de su convicción de que el mundo, a pesar de ser misterioso en muchos aspectos, es intrínsecamente único y está lleno de significado.
La conciencia dominante de la humanidad podría dar un nuevo giro en los próximos años; y hay indicios de que este giro ya se ha iniciado. Las nuevas culturas que surgen al margen de la sociedad son portadoras de una mentalidad muy diferente de la materialista y de la que sólo se preocupa de sí misma de forma mezquina, aún dominante.
Psicólogos sociales, parapsicólogos experimentales, sociólogos pero también médicos e investigadores del cerebro están descubriendo un tipo diferente de percepción y de conocimiento en las personas, especialmente en los más
jóvenes, en los niños: «conciencia integral», «mente abierta», «conciencia no-local», «mente holotrópica», «mente infinita», o «mente sin límites».
La conciencia ahora emergente confirma lo que habían predicho esos pocos, importantes pensadores, y las culturas espirituales ancestrales. El sabio hindú Sri Aurobindo advirtió la aparición y la difusión de la que él llamó «superconciencia» (el tipo de conciencia que se alcanza en el samadhi, satori, y en similares estados de meditación) como signo distintivo de la próxima fase evolutiva de la conciencia humana.
El filósofo suizo Jean Gebser ha definido esta fase como la llegada de la cuarta dimensión de la conciencia integral, que surge después de las anteriores fases de la conciencia: arcaica, mágica, mítica. El místico americano Richard Bucke
describe esta fase como «conciencia cósmica», que va más allá de la simple conciencia animal y la actual autoconciencia humana. Y para el místico Eckhart Tolle, la conciencia forma parte del universo: se trata de la parte esencial.
El científico social Chris Cowan y Don Beck han elaborado a propósito de esto un esquema de colores al que llaman «espiral dinámica». Según esta concepción, la conciencia humana de la fase «estratégica-naranja», materialista, consumista, que tiende al éxito, imagen, estatus, crecimiento irracional,… ha evolucionado a la fase «consensualverde» del igualitarismo y la orientación hacia los sentimientos, la autenticidad, el acto de compartir, la tutela, la comunidad; y ahora se está volviendo a la fase «ecológica-amarilla» en la que nos concentramos en los sistemas naturales, la auto-organización, las realidades múltiples y el conocimiento.
En el futuro, se llegará a la fase «holística-turquesa» de la individualidad colectiva, la espiritualidad cósmica, el cambio de la Tierra. También las tradiciones espirituales hablan de la llegada de una nueva conciencia. Los antiguos mayas predijeron que la era inminente será la era en la que el éter, el quinto elemento del universo desde siempre desconocido, llegará a ser el que domine. «Los elementos tradicionales, aire, agua, fuego y tierra… han dominado varias épocas del pasado» ha dicho el portavoz y alto dignatario maya Carlos Barrios, «pero habrá un quinto elemento con el que ajustar cuentas en el tiempo del Quinto Sol: el éter». El éter, puntualiza, penetra en todos los espacios y transmite ondas de energía en un amplio aspecto de frecuencias. Una importante tarea de esta era será entonces «aprender a sentir, a apreciar la energía en cada cosa, en todos y cada uno: personas, plantas, animales. Y esto se hace más importante a medida que nos acercamos más al mundo del Quinto Sol, ya que está asociado al elemento «éter», el reino en el que la energía vive y fluye» (fuente: Sacredroad).
De forma incidental, y no accidental, los físicos están descubriendo que el éter, hace un siglo, fue injustamente descartado cuando fallaron los experimentos para medir la fricción que se preveía que éste causaba en la rotación de la
Tierra. El puesto del éter no es reemplazado por el espacio vacío, el vacuum. Lo que los físicos llaman el quantum vacuum está muy lejos de ser espacio vacío: según las Teorías de la Gran Unificación es el campo unificado, el regazo
de todos los campos y de todas las fuerzas de la naturaleza, contiene una asombrosa concentración de energía y propaga y transmite información altamente esclarecedora.
En la filosofía sánscrita e hindú, el éter era considerado el más importante de los cinco elementos, aquél sin el cual los otros no pueden subsistir. El éter era conocido como Akasha, el elemento que también conecta todas las cosas -el
«campo akashico»-y conserva la memoria de todas las cosas, la «crónica akashica». Actualmente, en forma de campo cósmico de energía e información, el éter recupera el estatus de preeminencia del que disfrutó hasta hace cinco mil años. Una conciencia que reconoce nuestras conexiones con el éter -una conciencia akashica-es una conciencia de unión y pertenencia, en definitiva, a la unidad que forman las personas y la naturaleza. Es la conciencia transpersonal de la visión de los filósofos, predicha por los mayas, y apoyada hoy por los descubrimientos de la más avanzada frontera científica.
La evolución de esta conciencia y su difusión cada vez entre más personas, puede ser un requisito de base para la curación de nuestro fragmentado y crónicamente insostenible planeta, aunque para nada incurable.
De las palabras a los hechos
¿Qué hay que hacer para interpretar de forma correcta y completa el origen del cambio? en otras palabras: ¿qué hay que hacer para entrar en armonía con el cambio y animar a las otras personas que hay a nuestro alrededor a hacerlo? ¿
Cómo construir la nueva civilización de los valores? Los comportamientos de los individuos han resultado determinantes. Lo que hacemos tiene efectos en los demás, y esto puede llevarnos a la curación del mundo, o a empeorar su enfermedad. Son necesarios comportamientos conscientes y responsables.
El individuo responsable aúna los objetivos de mejora de la vida y de la sostenibilidad en primera persona. Comprende que su libertad termina donde comienza la de lo demás. Vive satisfaciendo sus necesidades de forma
armónica, favoreciendo que las demás personas satisfagan las suyas.
Respeta el derecho a la vida y al desarrollo de todas las personas, dondequiera que vivan, e independientemente de cuál sea su origen étnico, sexo, nacionalidad o creencia. Defiende el derecho a la vida en un ambiente sano para todo aquello que está vivo y crece en la Tierra. Busca la felicidad, la libertad y la realización personal teniendo en cuenta esta misma búsqueda de parte de los demás. Adopta un estilo de vida sostenible y elimina los despilfarros. Adopta un consumo responsable y crítico huyendo de la ostentación y utilizando productos que respeten al hombre, el medio ambiente y provengan de empresas y organizaciones con las 3 «pes». La nueva empresa del futuro con las 3p en lo que se refiere a los valores personales, éste es un esquema de referencia que puede ser útil.
Cuestión de tiempo
Ahora nos estamos enfrentando al hecho… de que mañana es hoy. Estamos hacienda frente a la fortísima urgencia del ahora en los huesos blanqueados y los residuos revueltos de numerosas civilizaciones están escritas las patéticas
palabras: «demasiado tarde.»
Martin Luther King (4 de abril de 1967)
Está claro que el cambio es una necesidad, tanto a nivel local como global. Pero ¿cuánto tiempo tenemos? La respuesta es… no mucho, el lapso de tiempo disponible para un cambio marcado y decidido se avecina más rápidamente de lo que podríamos haber pensado. Por dos razones principales, las tendencias se precipitan. Algunas tendencias críticas escalan peligrosamente hacia fases de irreversibilidad. Las estimaciones temporales acerca de cuándo se llegará a estos puntos críticos sin retorno ya han bajado de finales de este siglo a la mitad, y algunas de las tendencias tendrán lugar dentro de entre cinco y veinte años. Por ejemplo, los niveles de los mares están subiendo una vez y media más rápidamente de lo que estaba previsto en el Tercer IPcc Assessment report publicado en el 2001. Proyecciones publicadas a finales del 2008 profetizan un
crecimiento de más del doble con respecto a los 0,59 metros previstos incluso en el cuarto IPcc Assessment report. De una manera similar, las emisiones de anhídrido carbónico y el calentamiento global han superado todas las
expectativas. La tasa de crecimiento de las emisiones de cO2 está subiendo del 1,1 por ciento entre 1990 y 1999 hasta más del 3 por ciento del 2000 al 2004. Desde el 2000 la tasa de crecimiento de las emisiones ha sido mayor que
cualquier panorama imaginado por el IPcc tanto en el Tercero como en el cuarto Assessment report.
También el calentamiento de la atmósfera progresa de forma más veloz a la que se esperaba. En los años noventa hablaban de un calentamiento medio como máximo de 3°c para finales de siglo. Desde entonces el horizonte temporal
para el crecimiento hasta ese nivel se ha anticipado a la mitad del siglo, y actualmente algunos expertos temen que podría tener lugar ya a lo largo de un decenio. Mientras tanto, las previsiones para un calentamiento global máximo han subido de +3 a +6 grados. Una diferencia digna a tener en cuenta. Tres grados de calentamiento crearán una serie de dificultades en las actividades humanas y en el comercio; mientras que seis grados más harían que amplias zonas del planeta quedaran inutilizables para la producción de alimento y los asentamientos humanos a gran escala.
Feedbacks e impactos cruzados entre las tendencias.
La inesperada aceleración es una de las razones para este traslado anticipado de algunos horizontes temporales. La otra es la dificultad para entender las retroacciones y los impactos cruzados. Muchas previsiones a menudo tienen en
cuenta una sola tendencia: calentamiento global y cambios climáticos esperados; producción de alimento y sustento; estructuración urbana, pobreza, presión demográfica; calidad del aire y estándares mínimos de salud.
Pero no tienen en cuenta, en conjunto, la posibilidad de que la llegada de una tendencia a un punto crítico pudiera llevar a otras tendencias a su punto crítico. En efecto, hay retroacciones, feedbacks múltiples e impactos cruzados entre las tendencias globales, tanto en la naturaleza como en el mundo humano.
En la naturaleza, todas las tendencias relativas a la esfera de la vida y al bienestar humano impactan también en los ciclos que mantienen la ecología planetaria en un ámbito favorable para la vida humana. Éste es el caso del ciclo global del agua y del carbono. La alteración de estos ciclos de parte de cualquier tendencia interfiere en el modo en el que todas las demás tendencias se manifiestan. Un incremento del anhídrido carbónico en la atmósfera lleva al
calentamiento global y eso influye en las precipitaciones, en las lluvias y en el crecimiento de los bosques. Esto, a su vez, reduce la capacidad de absorción del carbono por parte de la biosfera. Las corrientes aéreas y oceánicas arrastran consigo otros feedbacks, efectos implicados, el agua más caliente de los océanos desencadena huracanes y violentas tormentas, altera el curso de las mayores corrientes oceánicas, la corriente del Golfo, la corriente de Humboldt. Y esto provoca nuevos cambios en el clima.
Los feedbacks pueden afectar al mismo tiempo a las dimensiones ecológicas y socio-económicas. Por ejemplo: El calentamiento de la atmósfera puede causar sequías prolongadas en algunas áreas, o inundaciones costeras en otras. Masas de gente desamparada y sin casa se podrían trasladar de las regiones afectadas a las menos perjudicadas, creando también allí situaciones críticas para el aprovisionamiento de alimento y agua. Un drástico descenso en la calidad del aire urbano y de los complejos industriales debajo de los niveles mínimos crearía una emergencia de salud pública, y podría producir epidemias de vastas proporciones.
Un punto sin retorno en la crisis financiera global podría afectar no sólo a los bancos y a los mercados accionarios, sino también a la economía en general. La producción internacional y los flujos comerciales se quedarían paralizados, con consecuencias muy serias tanto para los países ricos como para los pobres. Los impactos cruzados entre las tendencias globales reducen el tiempo que tenemos a disposición para lograr un cambio efectivo. Actualmente hay una probabilidad clara de que una u otra de las tendencias vitales pueda alcanzar un punto crítico dentro de cuatro o cinco años, a partir de ahora.
Si esto sucediera, la reacción en cadena podría afectar no sólo a las áreas inmediatamente afectadas a nivel local, sino extenderse a continentes enteros, y al final propagarse a todos los continentes. En definitiva: el tiempo que queda para evitar un cambio mundial completo se acerca a esa fecha, 2012, evocada por diversas profecías acerca del fin -o quizás sólo la transmutación- del mundo tal y como lo entendemos nosotros los hombres. ¿Llegará el cambio en esta escala de tiempo tan reducida? No lo sabemos; pero sabemos que puede suceder. Sabemos que el principal sistema que representa un cambio en la naturaleza es la forma espiral. En el exterior de un vórtice la velocidad del movimiento apenas se aprecia. No así a partir de un momento del giro. No sabemos en que parte del vortex estamos. En un sistema inestable, en el que el caos es un sistema aún no integrado, el efecto mariposa puede llegar a liberar una gran potencia. Incluso se puede emitir un impulso inicialmente mínimo y difundir sus efectos con gran rapidez, alterando el comportamiento de todo el sistema. Pero el reto no es predecir en cuanto tiempo llegará o no el cambio, el reto es hacer todo lo posible para que éste se produzca de forma que quienes vivan/vivamos en él puedan/mos atravesar el punto crítico sin penalidades
insoslayables.
Para ser felices, últimos apuntes
¿Qué hacer? comencemos por tratar de entender qué es la felicidad.
Desde luego no es la de los descuentos de tres al precio de dos, de ganar un concurso con premios, de no pagar el establecimiento de llamada. Para algunos es obvio. Pero no todos lo dan por descontado. Los promotores de la civilización de consumo nos han bombardeado con mensajes en los que querían hacernos creer que la felicidad era ésa, y algunos han acabado creyéndoselo... Pero no es así, eso, si acaso, es una forma superficial de la satisfacción.
Ya quedó dicho y escrito hace tiempo en el libro Por qué lo vamos a conseguir (Marco Roveda, Ponte alle Grazie) y del que traemos algunos pasajes.
La satisfacción es la sensación de placer y deleite que experimentamos cuando algo nos va bien, cuando conocemos a una nueva pareja, cuando recibimos un ascenso, ganamos algo, obtenemos un buen resultado en una competición,
cuando alguien nos dice «muy bien», es una emoción, una excitación efímera, y depende siempre de algo diferente. Satisfacción, a veces destructiva, si se lleva al extremo. Pensemos, por ejemplo, en las personas ricas y famosas que
se suicidan: ¡la riqueza material no sólo no compensa la pobreza espiritual o del amor, sino que la acentúa! La felicidad es, sin embargo, un estado de gracia. No es un estado de ánimo pasajero, es algo más profundo, más duradero, es un estado de conciencia que crece en nuestro interior y no depende de los acontecimientos externos.
Sólo se la puede alcanzar cuando los verdaderos valores de la civilización se han arraigado en los propios sentimientos. Tratemos de definirla también de este modo: la felicidad es «haz el bien para ti, pero al mismo tiempo también para los otros». Puede parecer una posición límite pero todo está aquí:
— la civilización materialista compulsiva te incita a mirarte a ti mismo, acentúa el egoísmo, la auto-referencialidad;
— la conciencia es cultura de civilización, de compartir, de altruismo, expresión de amor por el prójimo, por el mundo que nos rodea.
¡Cuánto más se verifique el cortocircuito de los valores y los sentimientos más en paz nos encontraremos con nosotros mismos y mayor será nuestra felicidad!
Pero ¿cómo se llega a ese estadio? Ése es otro paso clave. Probablemente doloroso. Desde luego no se hace dando vueltas en el coche con un megáfono (como se usaba en otros tiempos) y explicándole a la gente lo que tiene que hacer y cómo hacerlo. Aunque la comunicación ayuda. La toma de conciencia en realidad es un hecho íntimo, fruto de auto análisis, de procesos interiores, de búsqueda, de confrontación.
Se llega después de haber pasado en primera persona una crisis en la que se toca con la mano la pobreza y la artificialidad del mito consumista, en el que se siente el doloroso vacío existencial que ha dejado una carrera que tiene como prioridad absoluta el beneficio del tener, en la que la vida se apresura a recordarnos que hay cosas más importantes que cualquier suma de dinero, y puede tratarse también de una simple sonrisa... el paso es el de una vida
vivida de forma superficial según valores inducidos desde el exterior, a una vida fundada en nuestros propios valores, nuestros propios gustos, nuestras propias necesidades reales, del cuerpo y del alma.
No es un salto fácil y a menudo va acompañado de una profunda molestia y un malestar existencial. cuando los viejos mitos caen, hay un inevitable momento de vacío, antes de que cada uno sepa encontrar nuevos puntos de referencia,… esta vez firmemente anclados en la propia conciencia,… capaces de reconstruir una escala de valores elegida conscientemente y sentida como más auténtica... es solo un instante,… el de entregarse a la confianza de la Fuente. ... Entonces encontraremos el nuevo punto de referencia: nosotros mismos. Puntos de referencia todos ellos diferentes, como diferentes son todos los hombres y las mujeres que viven en la tierra. Pero que tienen la misma matriz y los mismos objetivos: valorarse a sí mismos, sus propios sentimientos; tener y alcanzar nuevos objetivos, que están :)relacionados con el hombre, la naturaleza y el bienestar.
La riqueza es y será un mito, finalmente un medio y no un fin, una energía que se pueda encauzar hacia el bien, que se consumará porque irá acompañada de una riqueza interior que la revestirá de una nueva pátina: la del conocimiento y el amor. La de la identificación con el Ser.
Del conocimiento porque la conciencia hará descubrir un nuevo y valiente yo que necesita expresarse y satisfacer sus propias aspiraciones...
Del amor, porque seremos proyectados hacia el prójimo y el medio ambiente de manera visceral y eso satisfará nuestra inteligencia espiritual.
¡La larva pierde todas las referencias de su vieja realidad y afronta una drástica reorganización celular antes de transformarse en mariposa!
Ervin Laszlo | Marco Roveda marzo 2009
FUENTE:
www.lifegateplanet.org
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